Es el único resto visible de la que fuera la Bab al Tullir, también denominada en los documentos como puerta de Fiñana que permitía la salida de este arrabal medieval que se extendía hacia el este. Ya en época cristiana, después la primera rebelión, se habilitó aquí la morería para poder establecer un mejor control sobre la población morisca. Este arco conserva su función como puerta o frontera donde arrancaba el camino hacia el Marquesado del Cenete y Almería. A pesar de su clara modestia estructural, las mutilaciones sufridas y la evidente reconstrucción, conserva el encanto de estos encuadres urbanos sencillos pero plenamente pintorescos. El nombre nos remite a la colocación de una imagen sagrada en época cristiana, al modo que solía hacerse para testimoniar las nuevas devociones.
La puerta se reduce a un sencillo arco de herradura, hecho en ladrillo, cobijado bajo un pequeño pasadizo. Conserva algunos elementos visibles que permiten relacionarla con la época nazarí, fundamentalmente por su cara externa (dando a la calle de la Imagen). Es el caso de la piedra encastrada en el ladrillo como clave del arco, posiblemente para ostentar la característica llave, hoy perdida, que aparece en otras puertas del periodo. También resulta interesante la presencia en las albanegas, de nuevo hacia el exterior, de un curioso aparejo de ladrillos, alternos dos a dos, unos tendidos y los otros de canto, solución que se puede ver en la torre de San Sebastián de Ronda o en los alminares de Árchez y Salares, que pertenecen al periodo nazarí. No obstante, todo el arco ha sido rehecho, como lo denuncian la forma algo achatada, la modernidad de las impostas, así como la curvatura y el aparejo, que no concuerdan con lo medieval. No obstante, es posible que los elementos señalados fueran respetados como herencia de su primera morfología. Lo que hubiera por arriba ha desaparecido y solamente un tejadillo, a modo de pasadizo, recuerda el carácter de paso cubierto que debió tener en su día.