Diccionario geográfico-estadístico-histórico nos cuenta que “En Sierra Nevada, prescindiendo de las pequeñas fáb. [ricas] de fundición de hierro, solo hay que merezca citarse la llamada Isabel II, sit. en térm. de Lanteira, cuyo objeto es beneficiar unos grandes escoriales que se encuentran á su inmediacion: consta de un horno de gran tiro, y de un buen edificio para almacenes y habitaciones de los empleados y trabajadores. Sus productos han consistido hasta ahora (junio de 1847) en 595 a. [rrobas] de plomo, y una gran cantidad de mata de cobre que debe afinarse, para lo cual se ofrecen grandes dificultades. De esto se infiere que los escoriales son de plomo y cobre; que lo que beneficiaron los ant. [iguos] seria la plata, por las cantidades de litargirio que se encuentran, y que las minas debían ser muy abundantes y productivas cuando así despreciaban gran porción de plomo y cobre. No es empresa fácil hasta el dia fijar con acierto la época del ant. beneficio de estas minas; sin embargo, por una moneda hallada entre las escorias, puede referirse al tiempo de los godos y años 672 de Jesucristo…” (Tomo IX, p. 481).
Este conjunto se caracteriza por la complejidad de su relleno, compuesto de cobre gris muy argentífero, calcopirita, estibina, pirita ferruginosa, siderita y sus productos de oxidación. El filón más trabajado y seguramente el más importante, es el denominado Santa Cecilia. Según la Revista Minera de 1888 las minas de Lanteira, al igual que las de Jérez, fueron objeto de intensos trabajos entre los años 1866-1871. Se prepararon entonces para una gran explotación que no se llevó a cabo por los excesivos gastos. La empresa concesionaria fue la misma sociedad que en Santa Constanza: la Sociedad Jerez-Lanteira, de capital francés. A ella se debe la construcción del “Chimeneón de Isabel II” y su fundición aunque, según los informes de minas, las explotaciones hubieron de cerrarse en el 1900.