Esta localidad fue un anejo de Guadix y su parroquia formaba parte de las parroquiales de la ciudad. La construcción debió producirse en los años 1530-1545 como lo atestigua su tipología, los elementos constructivos y el escudo del obispo Antonio del Águila que campea sobre la portada. Otro dato indirecto demuestra esta construcción temprana y es el hecho de que se pusiera como modelo para hacer la portada y la pintura de la armadura de la iglesia de Purullena, contratada en 1545.
La iglesia tiene una estructura rectangular, con sólo un pequeño cuarto como sacristía, anejo a la izquierda de lo que fue su cabecera. Los muros son de cajones de tapial encintados de ladrillo con cimentación hecha sobre bolos de mampostería rejuntados con mortero. Encima se disponen los primeros cajones rellenos también de mampostería, para darle mayor consistencia y, a partir de la segunda tanda, se hicieron de tapial muy basto, de tierra con guijarros, hasta la cornisa. En las partes descarnadas, tanto de dentro como de fuera, se aprecian las improntas de los tableros de encofrado y encima los enlucidos de protección. La articulación de los cajones es, por otro lado, un alarde de sobriedad, al dejar un cajón a todo el largo de los testeros menores (cabeza y pies) y tres cajones en los laterales, cuyos pilares o rafas coinciden con los laterales de la portada lateral. El alero es el característico de ladrillos en esquina, ahora mutilado en su coronamiento al desmontarse el tejado. La portada, en el lateral derecho, formada por arco doblado de medio punto se resalta sobre la línea del muro con un paño rectangular, similar a la de Purullena. Encima, en piedra, ostenta el escudo del obispo Antonio del Águila, que la fecha entre 1537 y 1546. Había otra portada en el testero contrario a éste, cegada desde antiguo y de la que se ve su arco sencillo de rosca de ladrillo.
Por dentro se aprecia la disposición del altar mayor en el fondo, a la derecha de la portada, y en él tres hornacinas vaciadas en el muro para completar un retablo del que quedan los tacos, ya medio descompuestos, encastrados en la pared; allí están también semienterradas las gradas de acceso. En el testero opuesto a la portada hay dos hornacinas, una con un adorno clasicista para altar; por el suelo y en el fondo se encuentran algunos restos de la armadura.