Perteneció originalmente al que fuera Colegio de San Torcuato de los Jesuitas, creado en 1599 bajo los auspicios del obispo Juan de Fonseca y el apoyo de importantes familias locales. Su fundación coincide con la llegada a Guadix de los restos de San Torcuato (primer obispo y evangelizador de esta Comarca), cuya causa y devoción apoyaron decididamente, al igual que la de otros mártires locales, como San Fandila y Santa Luparia. El Colegio gozaría de un gran prestigio social y amplia repercusión intelectual hasta la expulsión de los jesuitas en 1767. La iglesia se inició entre 1615 y 1622, inaugurándose, provisionalmente, a mediados del siglo XVII, cuando solamente estaba construida la cabecera y un tramo de la nave. A la postre quedaría como templo definitivo. Su fábrica es de ladrillo y tapial, de extrema desnudez y sobriedad, acentuándose su verticalidad al faltarle casi todo el cuerpo de la nave. En la fachada principal campea el escudo borbónico, colocado en 1768, al instalarse aquí el Hospital Real, y en el lateral se encuentra una portada de ladrillo, ahora cegada, con apilastrado toscano y pirámides. En su interior, destaca el elevado crucero, con pilastras toscanas y cúpula sobre pechinas. Unos balcones habilitados sobre las capillas para asistir los colegiales al culto, otorgan a este espacio un marcado carácter escenográfico, muy del gusto de la cultura Barroca. Los modestos adornos que decoran la cúpula son de principios del XVIII, al igual que dos de los retablos, el que fuera de San Ignacio (hoy de la Virgen del Carmen) y el mayor, este último recompuesto con las piezas del antiguo retablo de San Francisco Javier.
En esencia el templo se configura mediante una cabecera en forma de amplio crucero con cúpula sobre pechinas, transepto sin sobresalir al exterior, capilla mayor, y sólo un tramo de nave que a ciencia cierta habría de continuar hacia los pies para formar el espacio habitual de las iglesias jesuíticas. En el tramo realizado y en la capilla mayor se observan balcones sobre las capillas laterales, solución que ampliaba el espacio disponible para poder acudir los religiosos a los actos litúrgicos y cuya aparición es frecuente en los templos de órdenes observantes.
Del exterior destaca su elevado y macizo volumen hecho a base de ladrillo muy compacto, con una modesta portada latericia de orden toscano. La de los pies es un simple arco. La cornisa es de molduras y tacos, característica de la arquitectura granadina del siglo XVII.
Tras la expulsión de los jesuitas en 1766, se instaló aquí el Hospital Real que al mismo tiempo era casa de expósitos. En el mismo edificio, subsistirían las enseñanzas de primeras letras, latinidad y retórica, anteriormente impartidas por los jesuitas.