Fue construida hacia 1530-1550, contando, excepcionalmente en estas iglesias rurales, desde el principio con una buena torre, en cuyo remate conserva la característica jarra cerámica para engastar la cruz. La portada renacentista, que viene a monumentalizar su sobrio exterior, ostenta el escudo del obispo Antonio del Águila y un relieve de la Virgen con el Niño; debió ser labrada por el cantero Cristóbal Nuño. La sobriedad estructural de la iglesia, de una sola nave que integra el altar mayor, se ve compensada con la presencia de una armadura cuya policromía es de las más ricas de la Comarca, resaltada además por su buen estado, tras una reciente restauración. Dicha armadura, de las características de limas moamares a los pies se ochava en la cabecera para dignificar el altar mayor. Multitud de guirnaldas, candelieri, máscaras, monstruos y demás fantasías ornamentales del renacimiento recorren su superficie, vivificando las maderas y lacerías que la adornan. No está documentada pero debe ser obra de Bartolomé Meneses. La capilla mayor está presidida por el Santo Cristo crucificado, escultura moderna. En la capilla lateral se encuentra la Virgen del Rosario y debajo, en una urna, la cabeza de un antiguo Cristo.