El poblado de la Terrera del Reloj ha mostrado la existencia de un hábitat compuesto por terrazas longitudinales, que siguiendo las cotas de nivel, se escalonan a lo largo de la ladera del cerro. Hasta ahora se han documentado un total de seis aterrazamientos, obtenidos mediante cortes en la roca, delimitados sus frentes posteriores y anteriores por potentes muros de mampostería con ligazón de barro. El suelo de las terrazas estaba formado por una fuerte capa de barro verdoso, que sirvió para regularizar la inclinación de la roca virgen, a fin de obtener una plataforma horizontal que sirviera a la vez de suelo a las viviendas y de apoyo a los potentes muros delanteros y traseros y a los tabiques medianeros. Estos muros medianeros sirvieron para delimitar las unidades de habitación, compartimentando las terrazas en sentido perpendicular al eje mayor de las mismas. Las paredes interiores de estas habitaciones son de tapial y estaban revocadas con barro y enlucidas con cal. En el interior de las habitaciones han podido observarse algunas estructuras relacionadas con actividades domésticas, como hogares o bancos corridos, adosados a la base de los muros posteriores de las terrazas. También se han documentado numerosos agujeros de postes, a veces excavados en la roca y en otras ocasiones encajados en los muros que delimitan las terrazas en sus frentes posteriores y anteriores, que debieron servir para soportar la estructura de la techumbre de forma plana.
Las terrazas eran estrechas, oscilando entre 3 y 4 m de anchura, aunque la superior sólo alcanzaba 1,80 m por la proximidad a la cresta rocosa que cierra el cerro por arriba. En la terraza tercera pudo comprobarse la longitud de la única habitación completa excavada, llegando a una longitud de 6,50 m entre los tabiques que la delimitaban.
El relleno estratigráfico de las diferentes terrazas era muy similar, superponiéndose siempre a una capa más o menos potente de barro muy apisonado, que formó el suelo de las casas. Está compuesto por una serie de niveles que atestiguan el momento de utilización de las habitaciones, por lo que abundan las bolsadas de cenizas y materia orgánica. En algunas terrazas pueden individualizarse varios paquetes de niveles de habitación a distintas alturas, que atestiguan una cierta duración del espacio como hábitat permanente, sin que ello presuponga la existencia de distintas fases constructivas superpuestas, hecho que hasta el momento no se ha documentado en ningún sector del área excavada, lo que demuestra que el sistema de terrazas artificiales no sufrió modificaciones a lo largo de la vida del poblado. Los niveles de habitación llegan a superar el metro de potencia, apareciendo en ellos sepulturas superpuestas a distintas alturas.
Durante la única campaña de excavación realizada se localizaron 17 sepulturas. Salvo en los casos de los enterramientos infantiles, que se suelen realizar en el interior de vasijas depositadas en pequeñas fosas, las sepulturas están realizadas en fosas planas, poco profundas, revestidas con mampostería, y en la mayoría de los casos de planta cuadrangular u oval. Hay que resaltar el hecho de que en numerosas ocasiones la mampostería que forma la pared de la fosa se reviste con tablas o listones de madera, que forman una especie de encofrado en cuyo interior se depositó el cadáver. El ritual de enterramiento es individual, aunque en tres casos las fosas fueron reutilizadas para una segunda inhumación, para lo que se procedió al arrinconamiento del primer cadáver o a su extracción y posterior depósito encima de la última inhumación. La posición siempre fetal no guarda una orientación determinada. El ajuar funerario está compuesto por uno o varios vasos cerámicos, además de objetos de adorno personal, como collares, brazaletes y pendientes de bronce y plata, útiles y armas de bronce.
Los materiales arqueológicos obtenidos en el poblado presentan una gran riqueza, tanto por su calidad como por su cantidad. Destacan los objetos relacionados con las actividades económicas, como elementos dentados para hoz y los molinos que demuestran una importante actividad agrícola junto a abundantes restos de fauna relacionados con la actividad ganadera. La actividad minera está atestiguada por la presencia de martillos de piedra conectados con esta actividad y abundantes restos de mineral. Entre el material cerámico predominan las grandes orzas destinadas a almacenamiento de alimentos. La vajilla más cuidada está asimismo ampliamente representada, con cuencos semiesféricos y parabólicos, vasos carenados y copas de muy buena factura y excelente tratamiento de sus superficies a base de bruñidos y espatulados. La riqueza evidenciada por el material queda realzada por la variedad y extraordinario estado de conservación de los restos de origen vegetal, tales como semillas de cereales, de las que se han recogido muestras de diferentes especies, restos de madera y carbón, utilizados como combustible o elementos de construcción, demostrando que el uso de la madera estaba ampliamente extendido. Es también inusual la abundancia y conservación de los tejidos de esparto trenzado, cestería, cuerda o cordaje a incluso tejidos de fibras finas como el lino.
Por todo lo expuesto, este poblado pertenece a un momento pleno de la Cultura del Argar, si tenemos en cuenta la pureza de su esquema urbanístico, la tipología de los materiales y la acusada estratificación social que se desprende del análisis de los ajuares funerarios.